Durante años, la mayoría de usuarios ha vivido con una falsa sensación de seguridad: instalar un antivirus y olvidarse de los problemas. Pero en un contexto donde los ciberataques se han disparado un 72% desde 2019, ¿realmente basta con tener un antivirus para proteger nuestros datos, dispositivos y vidas digitales?
¿Qué es un antivirus?
Un antivirus es, básicamente, un programa diseñado para detectar, bloquear o eliminar software malicioso, también conocido como malware. Este tipo de herramientas lleva décadas siendo parte del kit básico de seguridad informática, y sigue cumpliendo un papel importante como primera barrera de defensa.
Entre sus principales fortalezas está la capacidad de identificar amenazas conocidas como virus, gusanos y troyanos, especialmente aquellos que ya han sido catalogados en bases de datos globales. Además, muchos antivirus modernos incluyen protección en tiempo real, lo que significa que pueden vigilar constantemente el sistema en busca de comportamientos sospechosos y reaccionar de inmediato. También permiten escanear archivos o descargas antes de que puedan ejecutarse, lo que añade una capa preventiva.
No cabe duda que aunque no es una solución completa, el antivirus sigue siendo útil como punto de partida para mantener a raya las amenazas más comunes y evidentes a las que nos enfrentamos día a día.
Lo que no hace un antivirus
Aquí es donde muchos usuarios se confían… y caen. Aunque tener un antivirus activo puede generar una sensación de seguridad, la realidad es que no cubre muchas de las amenazas más frecuentes y peligrosas a las que hoy en día nos enfrentamos todos.
Por ejemplo, no sirve para detectar ni detener ataques de ingeniería social como el phishing, el vishing (engaños por llamada) o el smishing (estafas por SMS), ya que estos dependen más de la manipulación psicológica que de archivos maliciosos. Tampoco te protege si tú mismo introduces tus datos en un sitio falso o entregas tus credenciales a un atacante.
Además, no bloquea ransomware avanzado que se aprovecha de vulnerabilidades aún no conocidas (los famosos ataques 0-day). Tampoco segmenta tu red, ni controla los dispositivos IoT conectados (como cámaras o asistentes virtuales), ni gestiona tus contraseñas de forma segura. Incluso puede permitir que instales extensiones maliciosas en tu navegador si no están catalogadas como amenazas conocidas.
Un caso típico: usuarios que, a pesar de tener antivirus, caen en estafas de WhatsApp o abren correos que imitan a su banco, entregando sin saberlo su información más sensible. Porque el antivirus no te protege de ti mismo… y los ciberdelincuentes lo saben.
¿Qué necesito además del antivirus?
Pues la verdad, que mucho más que un antivirus, necesitas una estrategia de ciberseguridad basada en capas, que combine tecnología, buenas prácticas y conciencia personal. Todo comienza con la autenticación en dos pasos (2FA): este método añade una segunda capa de verificación (como un código temporal o una app de autenticación) que impide que un atacante acceda a tu cuenta, incluso si ha conseguido tu contraseña. Junto a eso, el uso de gestores de contraseñas seguros es clave para generar y almacenar contraseñas únicas y robustas, en lugar de repetir combinaciones fáciles de adivinar o anotarlas en papel.
También es fundamental contar con un firewall bien configurado, incluso en casa. Muchos routers permiten segmentar la red o limitar ciertos accesos, lo que ayuda a proteger tus dispositivos del tráfico no deseado. A esto se suma algo tan sencillo como mantener el sistema operativo y las aplicaciones siempre actualizadas, ya que muchas brechas de seguridad explotan fallos antiguos que ya tienen solución… pero que pocos usuarios aplican a tiempo.
La navegación segura es otro pilar: evita conectarte a redes Wi-Fi públicas sin usar una VPN, y presta atención a los sitios que visitas o a los enlaces que recibes. Pero por encima de todo, destaca la conciencia digital: aprender a detectar fraudes, identificar webs sospechosas y reconocer patrones de estafa es una habilidad tan importante como tener software de seguridad.
Y si eres empresa o autónomo, el nivel de exigencia sube. En esos casos, deberías valorar soluciones más avanzadas como los EDR (detección y respuesta en endpoints), sistemas SIEM (monitorización de eventos de seguridad) o incluso la contratación de SOC (Centros de Operaciones de Seguridad) externos, que supervisan tu infraestructura en tiempo real.
Como habrás observado a estas alturas, la ciberseguridad no es un producto, es un enfoque. Y protegerse requiere ir más allá del antivirus.
Entonces, ¿si sigo tus consejos puedo estar tranquilo?
La respuesta corta es: vas a estar mucho mejor protegido, pero nunca completamente blindado. En ciberseguridad, no existe el riesgo cero, pero sí puedes reducirlo al mínimo aplicando medidas inteligentes. Lo importante no es obsesionarse, sino adoptar una mentalidad de prevención: mantener tus sistemas actualizados, cuestionar los correos sospechosos, activar el 2FA, y tener siempre un plan B por si algo falla (como una copia de seguridad).
Piénsalo como en el mundo físico: poner una buena cerradura, tener rejas en las ventanas, una alarma y no dejar las llaves bajo el felpudo no te garantiza que nadie intente entrar, pero sí hace que seas un objetivo mucho más difícil que el resto.
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